Linfocitos altos (linfocitosis): qué son, qué significa y qué hacer

Actualizado en enero 2024

La linfocitosis es una situación que ocurre cuando la cantidad de linfocitos también llamados glóbulos blancos, está por encima de lo normal en sangre. La cantidad de linfocitos en la sangre se indica en una parte específica de la hematología o leucograma, considerándose linfocitosis cuando son verificadas más de 3900 linfocitos por mm³ de sangre.

Es importante recordar que este resultado es clasificado como recuento absoluto, pues, cuando en el resultado del examen aparecen linfocitos por encima de 50% es llamado recuento relativo, y estos valores pueden variar dependiendo del laboratorio.

Los linfocitos son células responsables por la defensa del organismo, por esto cuando están aumentados, generalmente, significa que el cuerpo está reaccionando a algún microorganismo, como por ejemplo bacterias o virus, aunque también pueden estar aumentados cuando existe algún problema en la producción de estas células. Conozca más sobre los linfocitos.

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Principales causas

La linfocitosis se comprueba a través de la hematología específicamente en el leucograma, que es la parte del hemograma en que están contenidas las informaciones relacionadas con los glóbulos blancos, que son las células responsables por la defensa del cuerpo, como linfocitos, leucocitos, monocitos, eosinófilos y basófilos.

La evaluación de la cantidad de linfocitos circulantes, debe ser evaluada por el hematólogo o por el médico que solicitó el examen. El aumento del número de linfocitos puede tener diversas causas, siendo las principales:

1. Mononucleosis

La mononucleosis, también conocida como la enfermedad del beso, es causada por el virus Epstein-Barr, que se transmite por la saliva a través del beso, tos, estornudos o por medio de cubiertos y vasos compartidos. Los síntomas principales son manchas rojas en el cuerpo, fiebre alta, dolor de cabeza, hinchazón de ganglios en el cuello y axilas, dolor de garganta, placas blanquecinas en la boca y cansancio físico.

Como los linfocitos actúan en la defensa del organismo, es normal que estén altos, siendo posible verificar otros cambios en el hemograma, como la presencia de linfocitos atípicos y monocitos, además de alteración de exámenes bioquímicos principalmente Proteína C Reactiva, la PCR.

Qué hacer: Generalmente, esta enfermedad es eliminada de forma natural por la acción de las células de defensa del propio cuerpo, pudiendo tener una duración de 4 a 6 semanas. Sin embargo, el médico podrá recetar el uso de algunos medicamentos para el alivio de los síntomas, como analgésicos y antipiréticos para bajar la fiebre y antiinflamatorios para disminuir los dolores.

2. Tuberculosis

La tuberculosis es una enfermedad que afecta a los pulmones, se transmite de persona a persona y es causada por una bacteria conocida como el bacilo de Koch (BK). Muchas veces, la enfermedad permanece inactiva, sin embargo, cuando está activa provoca síntomas como tos con sangre y flema, sudoración nocturna, fiebre, pérdida de peso y de apetito.

Además de los linfocitos altos, el médico puede también verificar el aumento de los monocitos, llamado monocitosis, así como el aumento de los neutrófilos. En el caso de la persona presentar síntomas de tuberculosis y cambios sugestivos en la hematología, el médico puede ordenar la realización de un examen específico para tuberculosis, llamado PPD, en el que la persona recibe una pequeña inyección de la proteína presente en la bacteria, que causa la tuberculosis y el resultado depende del tamaño de la reacción en la piel provocada por esta inyección. Vea cómo entender el examen de PPD.

Qué hacer: El tratamiento debe ser establecido por el neumonólogo o infectólogo, debiendo la persona llevar un seguimiento regularmente. El tratamiento para tuberculosis dura aproximadamente cerca de 6 meses y se realiza con antibióticos que deben tomarse aunque hayan desaparecido los síntomas. Porque incluso en la ausencia de síntomas, la bacteria puede todavía estar presente y en las situaciones donde el tratamiento es interrumpido, puede volver a proliferar y traer consecuencias para la persona.

El seguimiento del paciente con tuberculosis debe ser realizado de forma regular, con el objetivo de verificar si aún existen bacilos de Koch, siendo necesario que la persona haga el examen del esputo, se recomienda la recolección de por lo menos 2 muestras.

3. Sarampión

El sarampión es una enfermedad infecciosa causada por un virus que afecta principalmente a niños de hasta 1 año. Esta enfermedad se considera altamente contagiosa, ya que puede ser fácilmente transmitida de persona a persona a través de gotas liberadas en la tos y en el estornudo. Es una enfermedad que ataca al sistema respiratorio, pero se puede extender para todo el cuerpo provocando síntomas como manchas rojas en la piel y garganta, ojos rojos, tos y fiebre. Vea cómo reconocer los síntomas del sarampión.

Además de los linfocitos altos, el médico o pediatra puede verificar otras cambios en la hematología y en los exámenes inmunológicos y bioquímicos, como el aumento de la PCR, que indica la aparición de un proceso infeccioso.

Qué hacer: se debe consultar al médico o pediatra tan pronto como aparezcan los síntomas, pues aunque no exista un tratamiento específico para el sarampión el médico indicará medicamentos que alivien los síntomas. La vacunación es la mejor manera de prevenir la aparición del sarampión y está indicada para niños y adultos, y está disponible gratuitamente en los centros de salud.

4. Hepatitis

La hepatitis es una inflamación en el hígado causada por diferentes tipos de virus o inclusive hasta causada por el uso de determinados medicamentos, drogas o ingestión de toxinas. Los principales síntomas de la hepatitis son piel y ojos amarillos, pérdida de peso y apetito, hinchazón del lado derecho del abdomen, orina oscura y fiebre. La hepatitis se puede transmitir a través del intercambio de agujas contaminadas, relaciones sexuales desprotegidas, aguas y alimentos contaminados con heces y el contacto con sangre de la persona contaminada.

Como la hepatitis es causada por virus, su presencia en el organismo estimula el funcionamiento del sistema inmune, con un aumento en el número de linfocitos. Además de los cambios en el leucograma y en la hematología, que generalmente indica anemia, el médico también debe evaluar la función del hígado a través de exámenes como TGO, TGP y bilirrubina, al igual que exámenes serológicos para la identificación del virus de la hepatitis.

Qué hacer: el tratamiento para la hepatitis se realiza de acuerdo con la causa que lo origina, cuando es por virus, el infectólogo, hematólogo o médico general pueden recomendar el uso de antivirales, reposo y aumento de la ingesta de líquidos. En el caso de la hepatitis medicamentosa, el médico recomienda la sustitución o suspensión del medicamento responsable por el daño hepático.

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5. Leucemia Linfocítica Aguda

La leucemia linfocítica aguda (LLA) es un tipo de cáncer que surge en la médula ósea, que es el órgano responsable por la producción de las células sanguíneas. Este tipo de leucemia es llamada aguda, porque los linfocitos fabricados recientemente en la médula ósea se encuentran circulantes en la sangre, sin que hayan sufrido proceso de maduración, siendo denominados linfocitos inmaduros.

Como los linfocitos circulantes no consiguen desempeñar su función correctamente, hay mayor producción de linfocitos por la médula ósea en el intento de compensar esta deficiencia, lo que origina linfocitosis, además de haber otras alteraciones en la hematología, como la trombocitopenia, que es la disminución de la cantidad de plaquetas.

Es el tipo de cáncer más común en la infancia, con muchas posibilidades de cura, pero también puede ocurrir en personas adultas. Los síntomas de la leucemia linfocítica aguda son palidez de la piel, sangrados por la nariz, hematomas en los brazos, piernas, ojos, ganglios hinchados en el cuello, ingle y axilas, dolor en los huesos, fiebre, falta de aire y debilidad.

Qué hacer: es importante acudir al pediatra o al médico general, tan pronto como aparezcan los primeros signos y síntomas de leucemia, para que la persona pueda ser luego encaminada para el hematólogo, para que indique exámenes más específicos y el diagnóstico pueda ser confirmado. En la mayoría de las veces, el tratamiento para la LLA se realiza con quimioterapia y radioterapia y, en algunos casos se recomienda el trasplante de médula ósea.

6. Leucemia Linfocítica Crónica

La leucemia linfocítica crónica (LLC) es un tipo de enfermedad maligna o cáncer, que se desarrolla en la médula ósea. Es llamada crónica porque se consiguen observar circulando en la sangre, tanto linfocitos maduros como inmaduros. Esta enfermedad normalmente se desarrolla lentamente, siendo los síntomas más difíciles de ser observados.

Muchas veces, la LLC no ocasiona síntomas, aunque pueden surgir en algunos casos, ganglios inflamados en las axilas, ingle o cuello, sudoración nocturna, dolor del lado izquierdo del abdomen causado por el aumento del bazo y fiebre. Es una enfermedad que afecta principalmente ancianos y mujeres mayores de 70 años

Qué hacer: es fundamental una evaluación de un médico general y en los casos en que la enfermedad sea confirmada, será necesario encaminar para un hematólogo. El hematólogo va confirmar la enfermedad por medio de otros exámenes, incluida la biopsia de la médula ósea. En el caso de la confirmación de la LLC, el médico indica el inicio del tratamiento que consiste generalmente en la realización de quimioterapia y trasplante de médula ósea.

7. Linfoma

El linfoma también es un tipo de cáncer que surge de linfocitos enfermos y puede afectar cualquier parte del sistema linfático, pero generalmente alcanza el bazo, timo, amígdalas y los ganglios. Existen más de 40 tipos de linfomas, y los más comunes son linfoma de Hodgkin y no Hodgkin, cuyos síntomas son muy parecidos entre ellos, como ganglios inflamados en la región del cuello, ingle, clavícula, abdomen y axilas, además de fiebre, transpiración nocturna, pérdida de peso sin causa aparente, falta de aire y tos.

Qué hacer: Con la aparición de los síntomas, se recomienda acudir al médico, que va a encaminar para un oncólogo o hematólogo que va a solicitar otros exámenes, además del la hematología, para confirmar la enfermedad. El tratamiento solo será indicado después del médico definir el grado de enfermedad y generalmente, se realiza quimioterapia, radioterapia y trasplante de médula ósea.