Un niño que rechaza ciertos alimentos debido a su textura, color, olor o sabor puede presentar dificultades alimentarias. En la mayoría de los casos, esto forma parte de una fase normal del desarrollo, pero si el comportamiento persiste y afecta su crecimiento, nutrición o vida social, puede tratarse de un trastorno de la alimentación pediátrico (Pediatric Feeding Disorder, PFD) o de un trastorno de evitación/restricción de la ingesta alimentaria (ARFID), que deben ser evaluados por un profesional de salud.
Es normal que casi todos los niños atraviesen una etapa de disminución del apetito entre los 2 y 6 años de edad, relacionada con una menor velocidad de crecimiento y con el deseo de autonomía. Este periodo suele resolverse sin necesidad de tratamiento específico.
Sin embargo, cuando el niño mantiene una selectividad persistente desde la introducción de los primeros alimentos, come solo ciertos tipos o preparaciones, o muestra ansiedad intensa ante la comida, se recomienda buscar orientación médica y nutricional para identificar la causa y establecer estrategias adecuadas.
6 causas de dificultades alimentarias
Las dificultades alimentarias pueden tener diferentes causas, que a menudo se combinan entre sí. Comprender su origen ayuda a orientar mejor el tratamiento y evitar conflictos durante las comidas.
1. Factores sensoriales
Algunos niños presentan hipersensibilidad o hiposensibilidad oral, lo que significa que su percepción del gusto, olor o textura de los alimentos es diferente a la habitual.
- En la hipersensibilidad oral, los niños tienden a evitar sabores intensos o texturas irregulares, mostrando rechazo ante ciertos olores o consistencias.
- En la hiposensibilidad oral, pueden buscar alimentos con sabores muy fuertes o masticar objetos no comestibles.
Estas diferencias en la respuesta sensorial son comunes en los niños con selectividad alimentaria y pueden coexistir con otros trastornos del desarrollo, como el autismo.
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2. Factores del neurodesarrollo
Niños con trastornos del espectro autista (TEA), trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o trastornos del desarrollo motor y oral presentan con frecuencia dificultades alimentarias.
En estos casos, la selectividad está relacionada con rigidez en las rutinas, hipersensibilidad sensorial o dificultad para adaptarse a cambios en la textura o apariencia de los alimentos. El abordaje requiere un plan individualizado y el acompañamiento de un equipo interdisciplinario.
3. Experiencias negativas con la comida
Episodios como atragantamiento, reflujo gastroesofágico o vómitos repetidos pueden generar miedo a comer o rechazo persistente a ciertos alimentos o texturas. El niño puede asociar el acto de comer con malestar o peligro, evitando alimentos que provocaron una experiencia desagradable.
En estos casos, es importante ayudar al niño poco a poco a perder el miedo a comer. Esto se hace mediante un proceso llamado desensibilización gradual, que consiste en exponer al niño lentamente a los alimentos que rechaza, empezando por mirarlos, olerlos o tocarlos, y solo después probar pequeñas cantidades, siempre en un ambiente tranquilo y sin presión.
Durante este proceso, el apoyo de un psicólogo o terapeuta especializado es fundamental. El profesional puede enseñar a los padres técnicas para reducir la ansiedad del niño, usar refuerzos positivos (elogiar los pequeños avances, sin castigos ni amenazas) y transformar la hora de comer en un momento agradable y sin conflictos.
4. Factores familiares y parentales
El ambiente familiar y las estrategias de crianza influyen mucho en los hábitos alimentarios. Estudios recientes muestran que la presión para comer, los castigos o el uso de la comida como recompensa aumentan el riesgo de dificultades persistentes.
Por el contrario, la paciencia, la exposición repetida y el ejemplo positivo de los padres favorecen la aceptación de nuevos alimentos. La dinámica durante las comidas debe ser tranquila y sin conflictos, reforzando la autonomía del niño.
5. Causas médicas y fisiológicas
Algunas condiciones físicas pueden interferir con la alimentación normal, como el reflujo gastroesofágico, estreñimiento crónico, alergias alimentarias, enfermedad celíaca o alteraciones en la deglución y la masticación.
También pueden influir deficiencias nutricionales, especialmente de hierro o zinc, que afectan el apetito. En estos casos, el pediatra debe investigar y tratar la causa subyacente para mejorar la conducta alimentaria.
6. Factores emocionales
La ansiedad o el miedo a atragantarse o vomitar pueden provocar rechazo a la comida. Algunos niños desarrollan verdaderas fobias alimentarias tras experiencias negativas, lo que requiere terapia psicológica centrada en la exposición gradual y la relajación.
Además, los periodos de estrés familiar, cambios escolares o nacimiento de un hermano también pueden afectar temporalmente el apetito o el interés por comer.
Trastornos alimentarios pediátricos
Aunque no son muy frecuentes, algunos niños pueden desarrollar verdaderos trastornos alimentarios, siendo los más comunes el trastorno de evitación/restricción de la ingesta alimentaria (ARFID) y el trastorno de la alimentación pediátrico (PFD).
En el ARFID, el niño evita alimentos por sus características sensoriales o por falta de interés, sin preocupación por el peso o la imagen corporal. Este comportamiento puede provocar deficiencias nutricionales y afectar el crecimiento, la vida social y el rendimiento escolar.
Qué es el "síndrome del niño que no quiere comer"
El “síndrome del niño que no quiere comer” es una forma común de referirse a los problemas persistentes de alimentación en la infancia, en los que el niño se niega a comer o acepta solo una cantidad muy limitada de alimentos.
Aunque el término no aparece como diagnóstico médico oficial, describe una conducta frecuente y motivo de preocupación para muchos padres, especialmente entre los 2 y 6 años de edad.
Qué ocurre
- Los niños con este síndrome suelen:
- Comer muy poco o rechazar varias comidas del día;
- Mostrar desinterés, miedo o ansiedad frente a la comida;
- Aceptar solo ciertos alimentos o preparaciones;
- Tener berrinches o náuseas cuando se les insiste;
- Tardar mucho en comer o distraerse fácilmente a la hora de la comida.
En la mayoría de los casos, este comportamiento no está relacionado con una enfermedad grave, sino con una fase del desarrollo normal donde el niño empieza a afirmar su independencia y a decidir qué quiere o no quiere comer.
Sin embargo, cuando el rechazo es persistente y afecta el crecimiento o el bienestar, puede ser una señal de un trastorno de la alimentación pediátrico (PFD) o de un trastorno de evitación/restricción de la ingesta alimentaria (ARFID).
Qué hacer para que su hijo coma
Existen estrategias conductuales simples que pueden ayudar a ampliar la variedad alimentaria del niño y mejorar su relación con la comida:
- Ofrecer nuevos alimentos cuando el niño tiene hambre.
- Repetir la exposición a un alimento entre 8 y 10 veces, sin presionar.
- Combinar alimentos preferidos con otros menos aceptados.
- Introducir novedades de forma gradual.
- Permitir que el niño elija entre dos opciones saludables.
- Evitar ofrecer grandes cantidades de líquidos antes de comer.
- Mantener las comidas entre 20 y 30 minutos.
- No castigar ni regañar si no come, retirar el plato y ofrecer nuevamente en la siguiente comida.
- Comer en familia y mantener horarios regulares.
- Involucrar al niño en la compra, preparación y servicio de los alimentos.
- Usar cuentos o historias sobre alimentos como recurso educativo lúdico, aunque la evidencia científica sobre su eficacia aún es limitada.
Estas estrategias han mostrado buenos resultados en la mejora de la aceptación de alimentos y en la reducción del estrés familiar
Vea otros consejos en el siguiente video:
5 consejos para que tu hijo coma mejor
05:44 | 4.280 visualizaçõesCuándo acudir al médico
Se recomienda acudir al pediatra cuando las dificultades para comer son persistentes o interfieren con el crecimiento, el peso o el bienestar del niño.
También es importante buscar ayuda si el pequeño come muy pocos alimentos, evita comer con otras personas, presenta ansiedad, vómitos o llanto al enfrentarse a la comida, o si hay sospecha de alergias o problemas digestivos.
El pediatra podrá descartar causas médicas y coordinar la atención con otros especialistas, como psicólogo, nutricionista o terapeuta ocupacional, garantizando una evaluación integral y un plan de tratamiento adaptado.