¿Es saludable comer placenta? (y posibles riesgos)

Actualizado en marzo 2024
Evidencia científica

Se cree que comer la placenta es beneficioso para la salud de la mujer, ayudando en la recuperación del parto, mejorando el bienestar, aumentando la producción de leche, disminuyendo la depresión posparto y fortaleciendo el sistema inmunológico, por ejemplo.

Comer la placenta después del parto, conocido como placentofagia, es una práctica común entre muchos mamíferos y se ha vuelto popular entre las mujeres en algunos países.

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Sin embargo, no existen evidencias científicas de que comer la placenta ofrezca beneficios para la salud. Además, comer placenta aumenta los riesgos de infecciones bacterianas y virales en la madre y el bebé, por lo que no está indicado ni recomendado.

Mujer embarazada en el consultorio médico

¿Comer placenta es beneficioso?

Se cree que comer la placenta después del parto, cruda, cocida o en forma de cápsulas, por ejemplo, mejora el bienestar, aumenta la producción de leche, reduce la depresión posparto, promueve efectos estéticos, mejora el aumento de peso del bebé y fortalece la inmunidad.

Esto se debe a que algunas mujeres creen que la placenta podría proporcionarles un mayor contenido de hormonas y nutrientes importantes, como hierro y vitaminas del complejo B.

Sin embargo, los estudios actuales muestran que las mujeres que consumen su propia placenta no tienen más energía, ni menores riesgos de depresión posparto, ni mayores niveles de vitaminas, hierro o mayor producción de leche, en comparación con las mujeres que no consumen la placenta.

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Además, no hay evidencia científica de que comer la placenta promueva beneficios para la salud de la mujer o del bebé.

Posibles riesgos de comer placenta

Los posibles riesgos de comer placenta cruda, asada, cocida, deshidratada o en cápsulas son:

  • Infección por estreptococos del grupo B;
  • Hepatitis A;
  • Sífilis;
  • Zika;
  • Toxoplasmosis;
  • VIH.

Comer la placenta después del parto puede aumentar el riesgo de estas infecciones en la mujer, el bebé u otras personas que también consuman o manipulen este órgano.

Esto se debe a que la placenta puede estar contaminada por la mujer durante el embarazo o el parto. Además, el almacenamiento, manipulación y procesamiento inadecuados de la placenta también pueden contaminar este órgano, aumentando el riesgo de contaminación de la madre o el bebé.

Además, la placenta también puede causar intoxicación en la madre, ya que algunos elementos tóxicos como arsénico, plomo, cadmio y mercurio pueden encontrarse en las placentas.

Por lo tanto, el acto de comer placenta después del parto no debe ser indicado ni recomendado por los médicos.