Hepatitis autoinmune: qué es, síntomas y tratamiento

Actualizado en abril 2022

La hepatitis autoinmune es una enfermedad que causa inflamación crónica del hígado debido a una alteración en el sistema inmunitario, el cual comienza a reconocer sus propias células como extrañas y las ataca, provocando una disminución del funcionamiento de este órgano y la aparición de síntomas como dolor abdominal, piel amarillenta y náuseas.

Generalmente, la hepatitis autoinmune suele aparecer antes de los 30 años de edad y es más frecuente en mujeres. Por otra parte, todavía no se sabe la causa exacta del surgimiento de esta afección, la cual probablemente esté relacionada con alteraciones genéticas; sin embargo, hay que recordar que no es una enfermedad contagiosa, por lo que no se puede transmitir de una persona a otra.

Aunque no tiene cura, el tratamiento de la hepatitis autoinmune puede realizarse con medicamentos para controlar la inmunidad, como prednisona y azatioprina, además de recomendarse una dieta equilibrada y rica en frutas, verduras y cereales, evitando el consumo de alcohol, grasas, exceso de conservantes y pesticidas. La cirugía o el trasplante de hígado sólo están indicados en casos muy graves.

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Principales síntomas

Los síntomas de la hepatitis autoinmune suelen ser inespecíficos, y el cuadro clínico puede variar desde un paciente asintomático hasta la aparición de falla hepática. Asimismo, entre los principales signos y síntomas que pueden indicar hepatitis autoinmune se incluyen los siguientes:

  • Cansancio excesivo;
  • Pérdida de apetito;
  • Dolor muscular;
  • Dolor abdominal constante;
  • Náuseas y vómitos;
  • Piel y ojos amarillentos, condición también conocida como ictericia;
  • Comezón leve por el cuerpo;
  • Dolor en las articulaciones;
  • Abdomen hinchado.

Por lo general, la enfermedad comienza gradualmente, con un progreso lento de semanas a meses, hasta conducir a fibrosis del hígado y pérdida de la función, en aquellos casos donde la afección no es identificada ni tratada. Sin embargo, en ciertas ocasiones, la hepatitis autoinmune puede agravarse rápidamente, siendo denominada hepatitis fulminante, que es extremadamente grave y puede ser mortal.

Asimismo, en un pequeño número de casos, la enfermedad puede no causar síntomas, siendo descubierta en pruebas de rutina que evidencian un aumento de las enzimas hepáticas. Es importante que el diagnóstico se realice de forma precoz para que el tratamiento pueda ser establecido lo más rápido posible por parte del médico, pudiendo así evitar complicaciones como cirrosis, ascitis y encefalopatía hepática.

Hepatitis autoinmune en el embarazo

Los síntomas de hepatitis autoinmune en el embarazo son los mismos que los de la enfermedad fuera de este período, y es importante que la mujer tenga un seguimiento por parte del obstetra para comprobar que no existen riesgos para ella ni para el bebé, lo cual es inusual cuando la enfermedad todavía se encuentra en una etapa inicial.

En las mujeres embarazadas que tienen la enfermedad más desarrollada y poseen cirrosis como complicación, el seguimiento se vuelve más importante, puesto que existe un mayor riesgo de parto prematuro, bajo peso al nacer y necesidad de cesárea. Asimismo, es indispensable que el obstetra indique el mejor tratamiento, el cual normalmente se realiza con corticosteroides, como la prednisona, por ejemplo.

Tipos de hepatitis autoinmune

La hepatitis autoinmune se puede dividir en tres subtipos:

  • Hepatitis autoinmune tipo 1: es más común entre los 16 y los 30 años de edad, y se caracteriza por la presencia de anticuerpos FAN y AML en el análisis de sangre, pudiendo estar asociada a la aparición de otras enfermedades autoinmunes, como tiroiditis, enfermedad celíaca, sinovitis y colitis ulcerosa;
  • Hepatitis autoinmune tipo 2: surge normalmente en niños con edades entre los 2 y los 14 años, el anticuerpo característico es el Anti-LKM-1, y puede aparecer junto con la diabetes tipo 1, vitiligo y tiroiditis autoinmune;  
  • Hepatitis autoinmune tipo 3: similar a la hepatitis autoinmune del tipo 1, con anticuerpos anti-SLA/LP positivo, aunque posiblemente más grave que la tipo 1.

Para diagnosticar el tipo de hepatitis autoinmune, el médico debe solicitar una prueba para verificar el tipo de anticuerpo presente.

Cómo es el diagnóstico

El diagnóstico de la hepatitis autoinmune se realiza a través de la evaluación de los signos y síntomas presentados por la persona y del resultado de pruebas de laboratorio que deben ser solicitadas por el médico. Uno de los exámenes que confirman el diagnóstico de esta enfermedad es la biopsia del hígado, en la que se recolecta un fragmento de este órgano y se envía al laboratorio para observar cambios en el tejido que indiquen hepatitis autoinmune.

Asimismo, el médico puede solicitar la medición de los niveles de las enzimas hepáticas, como TGO, TGP y fosfatasa alcalina, además de los niveles de inmunoglobulinas, anticuerpos y serología para los virus de la hepatitis A ,B y C.

También se toma en consideración, en el momento del diagnóstico, los hábitos de vida de la persona, como consumo de alcohol en exceso y el uso de medicamentos que son tóxicos para el hígado, permitiendo así excluir otras posibles causas de problemas en este órgano.

Cómo se realiza el tratamiento

El tratamiento para la hepatitis autoinmune debe ser indicado por el hepatólogo o gastroenterólogo, iniciándose con el uso de medicamentos corticosteroides, como la prednisona, o inmunosupresores como la azatioprina, que reducen la inflamación aguda del hígado, manteniéndola controlada a lo largo de los años, pudiendo ser realizada en casa. En algunos casos, principalmente en pacientes jóvenes, se puede recomendar el uso de prednisona asociada con azatioprina, con el objetivo de reducir los efectos secundarios.

En los casos más graves, en los que no es posible controlar la inflamación con el uso de medicamentos, se puede recurrir a la cirugía de trasplante hepático, que consiste en sustituir el hígado enfermo por uno sano. Después del trasplante, la persona debe mantenerse hospitalizada durante 1 a 2 semanas para garantizar que el nuevo órgano no es rechazado. Además de esto, los individuos trasplantados también deben tomar inmunosupresores durante toda la vida para evitar que organismo rechace el nuevo hígado.

Sin embargo, como la hepatitis autoinmune está relacionada con el sistema inmunológico y no con el hígado, después del trasplante es posible que la enfermedad se desarrolle nuevamente.

Cómo debe ser la alimentación

La dieta para la hepatitis autoinmune debe ser ligera y baja en grasas, ya que pueden favorecer la inflamación del hígado, dificultar su funcionamiento y empeorar la enfermedad. Algunos alimentos que se pueden consumir en la hepatitis son:

  • Lechuga, tomate, brócoli, zanahoria, calabacín, rúcula;
  • Manzana, pera, banana, mango, sandía, melón;
  • Frijoles, habas, lentejas, guisantes, garbanzos;
  • Pan de semillas, pasta y arroz integral;
  • Carne de pollo, pavo y pescados blancos como la merluza, bacalao o lenguado, por ejemplo;

Es importante dar preferencia a los alimentos orgánicos, debido a que los pesticidas presentes en algunos alimentos también dificultan el funcionamiento del hígado. Además, se recomienda evitar bebidas alcohólicas, frituras, embutidos, salsas, mantequilla, nata y alimentos industrializados.