Eclampsia: qué es, síntomas y tratamiento

Actualizado en agosto 2023

La eclampsia es una complicación de la preeclampsia durante el embarazo, que puede provocar convulsiones o coma y que puede poner en peligro tanto a la madre como al bebé si no es diagnosticada y tratada a tiempo.

Esta complicación puede surgir principalmente a partir de la 20ª semana de gestación, siendo más común en el último trimestre del embarazo, e incluso podría ocurrir durante el parto o hasta la 6º semana del postparto. Por este motivo, es importante que la embarazada acuda a las consultas prenatales, de manera que se identifique esta o cualquier otra complicación que puede surgir con antecedencia.

La preeclampsia es una enfermedad que provoca presión arterial alta, igual o superior a 140 x 90 mmHg, presencia de proteínas en la orina e hinchazón en el cuerpo. Vea qué es la preeclapmsia, qué síntomas produce y cómo es el tratamiento.

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Principales síntomas

Los síntomas de eclampsia son:

  • Convulsiones;
  • Confusión;
  • Pérdida de consciencia.

Sin embargo, los síntomas que pueden surgir antes de las convulsiones y a los que se debe mantener alerta son:

  • Aumento de la presión arterial;
  • Dolor de cabeza intenso;
  • Sudoración de las manos y del rostro;
  • Disminución de la frecuencia urinaria;
  • Dolor abdominal intenso;
  • Náuseas y vómitos;
  • Alteraciones de la visión, como visión doble, borrosa o pérdida de visión;
  • Dificultad para respirar.

Las crisis convulsivas en la eclampsia suelen ser generalizadas y duran entre 60 a 90 minutos aproximadamente, pudiendo evolucionar y la mujer entrar en coma. 

Eclampsia en el posparto

La eclampsia también puede aparecer después del parto del bebé, especialmente en mujeres que tuvieron preeclampsia durante el embarazo, por lo que es importante mantener la evaluación incluso después del parto, para que se pueda identificar cualquier signo de empeoramiento, y solo deben ser dado de alta del hospital después de la normalización de la presión y la mejora de los síntomas.

Qué causa la eclampsia

Las causas de la eclampsia están relacionadas con la implantación y desarrollo de vasos sanguíneos en la placenta, que pueden alterar la presión arterial.

Ciertos factores pueden aumentar el riesgo de que una mujer desarrolle eclampsia, estos son:

  • Edad mayor de 40 años o menor de 18;
  • Antecedentes familiares de eclampsia;
  • Embarazo gemelar;
  • Mujeres con hipertensión;
  • Obesidad;
  • Diabetes;
  • Enfermedad renal crónica;
  • Mujeres embarazadas con enfermedades autoinmunes como el lupus.

La forma de prevenir la eclampsia es controlar la presión arterial durante el embarazo y realizar los análisis prenatales necesarios para detectar cualquier cambio indicativo de esta enfermedad, como la preeclampsia. 

Qué hacer en caso de convulsiones

En caso la embarazada convulsione se debe colocar algo para amortiguar su cabeza y evitar que se golpee contra el suelo, alejar objetos con los que se pueda hacer daño, aflojar la ropa ajustada alrededor del cuello para facilitar la respiración, cronometrar el tiempo de la convulsión (si es posible) y colocarla sobre su lado izquierdo después de que cesen las convulsiones.

A continuación, se debe llamar al número de urgencias o acudir al centro de salud más cercano lo más pronto posible, pues es importante iniciar el tratamiento para evitar complicaciones tanto para la madre como para el bebé.

Cómo se realiza el tratamiento

La eclampsia, a diferencia de la hipertensión arterial común, no responde a los diuréticos ni a una dieta baja en sal, por lo que el tratamiento suele incluir:

1. Administración de sulfato de magnesio

La administración de sulfato de magnesio por vía intravenosa es el tratamiento más común en casos de eclampsia, pues este actúa controlando las convulsiones y evitando el riesgo de coma. El tratamiento debe realizarse después de la hospitalización y debe ser administrado por un profesional de la salud. Por lo general, este medicamento se mantiene hasta 24 horas después de la última convulsión.

En caso que la embarazada no responda a este tratamiento, el médico podrá indicar el uso de otros medicamentos anticonvulsivos como el diazepam o la fenitoína, por ejemplo.

2. Antihipertensivos

Además del sulfato de magnesio, también es importante la administración de antihipertensivos para controlar la presión arterial, como el labetalol, la nifedipina o la hidralazina, cuya dosis deberá de ser indicada por el médico tratante.

3. Reposo

Durante la hospitalización, la mujer embarazada debe descansar lo máximo posible, preferiblemente acostada sobre su lado izquierdo, para mejorar el flujo sanguíneo al bebé.

4. Inducción del parto

El parto es la única forma de curar la eclampsia, sin embargo la inducción se puede retrasar con medicación para que el bebé pueda desarrollarse lo máximo posible.

Por esto, durante el tratamiento se deben realizar exámenes clínicos cada 6 horas para controlar la evolución de la eclampsia y, en los casos donde no hay mejoría, se debe inducir el parto lo más rápido posible, para resolver las convulsiones provocadas por la eclampsia.

Aunque la eclampsia suele mejorar después del parto, pueden surgir complicaciones en los días siguientes, por lo que se debe realizar un seguimiento estricto de la mujer. En los casos donde se observan signos persistentes de eclampsia, la mujer se debe mantener hospitalizada durante unos días o semanas, dependiendo de la gravedad del problema y del surgimiento de posibles complicaciones.

Posibles complicaciones

La eclampsia puede causar algunas complicaciones, especialmente si no se trata rápidamente tan pronto como se identifica. Una de las principales complicaciones es el síndrome HELLP, que se caracteriza por una alteración severa de la circulación sanguínea, en la que hay destrucción de glóbulos rojos, disminución de plaquetas y daño a las células hepáticas, provocando un aumento de las enzimas hepáticas y de la bilirrubina en el prueba de sangre. Conozca qué es y cómo se trata el síndrome HELLP.

Otras posibles complicaciones son la disminución del flujo sanguíneo al cerebro, provocando daño neurológico; retención de líquidos en los pulmones, dificultades respiratorias, infarto e insuficiencia renal o hepática e incluso la muerte.

Además, también puede ocurrir desprendimiento de la placenta, necesidad de anticipar el parto y daños en el desarrollo del bebé o en algunos casos su muerte.