El síndrome de Tourette afecta al sistema nervioso al alterar los circuitos cerebrales que regulan el control motor y la inhibición de impulsos. Las conexiones entre la corteza motora, los ganglios basales y el tálamo no funcionan de forma adecuada, lo que facilita la aparición de tics motores y vocales.
Estos cambios también se relacionan con un desequilibrio en sustancias químicas del cerebro, como la dopamina y el GABA, que al no regularse bien dificultan frenar impulsos y controlar movimientos repetitivos.
Asimismo, algunos estudios sugieren que el sistema nervioso autónomo influye en la intensidad de los tics, aunque los resultados todavía no son concluyentes, y factores como el estrés o la genética pueden aumentar tanto la frecuencia como la severidad de los síntomas. Conozca más sobre el síndrome de Tourette.
Se recomienda acudir al neurólogo cuando los tics interfieren en la escuela, el trabajo o la vida social, con el fin de valorar opciones de tratamiento y prevenir complicaciones.