Hiperemia: qué es, causas, tipos y tratamiento

Actualizado en marzo 2023

La hiperemia es una alteración en la circulación en la que hay un aumento del flujo sanguíneo a un órgano o tejido, que puede ocurrir de forma natural, cuando el organismo necesita mayor cantidad de sangre para funcionar correctamente, o como consecuencia de enfermedades. 

El aumento del flujo de sangre se puede observar por medio de algunos signos y síntomas como enrojecimiento e incremento de la temperatura corporal; sin embargo, cuando se trata de una hiperemia debido a una enfermedad, es posible que surjan otros síntomas relacionados con la misma.

Cuando esta alteración ocurre de forma natural, no es necesario tratamiento; no obstante, cuando está relacionada con alguna enfermedad, es importante identificar su causa para poder realizar el tratamiento recomendado por el médico, con el objetivo de que la circulación vuelva a la normalidad. 

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Causas y tipos de hiperemia

Según la causa, la hiperemia puede clasificarse en activa o fisiológica y pasiva o patológica, y en ambas situaciones se produce un aumento del diámetro de los vasos con la finalidad de favorecer el incremento del flujo sanguíneo.

1. Hiperemia activa

La hiperemia activa, también conocida como hiperemia fisiológica, ocurre cuando hay un aumento del flujo sanguíneo a un determinado órgano debido a una mayor demanda de oxígeno y nutrientes, por lo que es considerado como un proceso natural del organismo. Algunas de las situaciones que pueden causar hiperemia activa incluyen:

  • Durante la práctica de ejercicios;
  • En el proceso de digestión de los alimentos;
  • En la excitación sexual, en el caso de los hombres;
  • En la menopausia;
  • Al estudiar, para que llegue mayor cantidad de oxígeno al cerebro, favoreciendo los procesos nerviosos;
  • Durante el proceso de lactancia, con el objetivo de estimular la glándula mamaria;

Asimismo, es normal que en estas situaciones se produzca un aumento del flujo de sangre para garantizar el buen funcionamiento del organismo.

2. Hiperemia pasiva

La hiperemia pasiva, también conocida como hiperemia patológica o congestión, ocurre cuando la sangre no puede salir del órgano, quedando acumulada en las arterias. Esto sucede como consecuencia de alguna enfermedad que origina la obstrucción de dicho vaso, influyendo en el flujo de sangre. Algunas de las principales causas de hiperemia pasiva incluyen:

  • Alteración en el funcionamiento del ventrículo, que es una estructura del corazón responsable por hacer que la sangre circule normalmente por el organismo. Cuando hay alteración en esta estructura, la sangre se acumula, pudiendo resultar en la congestión de varios órganos;
  • Trombosis venosa profunda, donde la circulación puede verse comprometida debido a la presencia de un coágulo, siendo más común que ocurra en los miembros inferiores, los cuales acaban hinchándose. Sin embargo, este coágulo también se puede desplazar para el pulmón, dando como resultado la congestión en este órgano. Conozca más sobre la TVP;
  • Trombosis de la vena porta, que es la vena que está presente en el hígado y cuya circulación puede verse comprometida debido a la presencia de un coágulo;
  • Insuficiencia cardíaca, esto porque el organismo demanda mayor cantidad de oxígeno y, en consecuencia, sangre, pero debido a la alteración en la función cardíaca, es posible que la sangre no circule correctamente, originando hiperemia. Conozca más sobre los síntomas de la insuficiencia cardíaca.

En este tipo de hiperemia es común que surjan signos y síntomas relacionados con la causa, pudiendo haber dolor en el pecho, respiración rápida y jadeante, alteración de los latidos cardíacos y cansancio excesivo, por ejemplo. Es importante que se consulte al cardiólogo para que pueda identificar la causa de esta alteración e indicar el tratamiento más adecuado.

Cómo se realiza el tratamiento

En caso de que la hiperemia se deba a una situación normal, no se requiere de ningún tipo de tratamiento, por lo que la persona puede continuar con sus actividades normales sin que esto represente una consecuencia para su salud.

Así, cuando la hiperemia es consecuencia de enfermedades, el médico puede indicar tratamiento específico para las mismas, el cual puede implicar el uso de medicamentos que ayuden a tornar la sangre más fluida y reduzcan el riesgo de formación de coágulos, por ejemplo.