Hipocondría: qué es, causas y síntomas

La hipocondría es un trastorno psiquiátrico crónico y complejo que afecta la forma en que una persona piensa, siente y se comporta. Su desarrollo no tiene una causa única, pero se identifican factores cognitivos, biológicos y sociales.

Puede diagnosticarse como trastorno de ansiedad por la enfermedad cuando no hay síntomas físicos, pero existe un alto grado de preocupación y ansiedad por la salud, o como trastorno de síntomas somáticos cuando se presentan síntomas físicos significativos, acompañados de pensamientos y conductas excesivas relacionados con la salud.

Aunque los manuales diagnósticos recientes modificaron su nombre, la OMS mantiene el término trastorno hipocondríaco. Su tratamiento corresponde a psicólogos o psiquiatras, principalmente con terapia cognitivo-conductual y, en algunos casos, con medicamentos como la fluoxetina.

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Posibles causas

La hipocondría no tiene una causa única ni específica, pero se han identificado diversos factores que pueden contribuir a su desarrollo, entre los cuales se incluyen:

1. Factores cognitivos y de percepción

Una de las causas de la hipocondría está relacionada con cómo algunas personas perciben las sensaciones de su cuerpo.

Quienes presentan este patrón pueden tener menor tolerancia al malestar físico y prestar demasiada atención a funciones normales, como la digestión o los latidos del corazón.

Esto puede intensificar la sensación del síntoma y hacer que se interprete de manera exagerada, creyendo que indica una enfermedad grave, aunque sea benigno.

2. Uso de Internet y exposición a información (“Cibercondría”)

Otra causa de la hipocondría está relacionada con el acceso constante a información sobre salud.

Pasar demasiado tiempo buscando síntomas en internet o consultando enciclopedias médicas puede aumentar la ansiedad en lugar de calmarla, reforzando creencias equivocadas sobre estar enfermo.

Incluso se han documentado casos en los que profesionales que trabajan con textos médicos desarrollan preocupación excesiva por síntomas, debido a la exposición continua a términos sobre enfermedades.

3. Traumas y abuso

Las experiencias traumáticas en la infancia pueden aumentar el riesgo de desarrollar hipocondría en la edad adulta. Personas que han sufrido maltrato físico, abuso sexual, negligencia o abuso emocional son más propensas a padecer ansiedad relacionada con la salud.

4. Factores biológicos y genéticos

Estudios con gemelos estiman que entre el 34% y el 37% del riesgo de ansiedad por la salud puede ser heredado.

También se han observado cambios en áreas del cerebro que regulan las emociones y la percepción del riesgo, lo que sugiere que existen bases biológicas similares a las del trastorno obsesivo-compulsivo.

5. Beneficios secundarios 

Desde un enfoque psicosocial, la hipocondría puede desarrollarse como una forma inconsciente de afrontar dificultades de la vida.

Adoptar el “rol de enfermo” permite a algunas personas evitar obligaciones, posponer cambios no deseados o evadir responsabilidades difíciles, al mismo tiempo que reciben atención y cuidado de los demás.

6. Transmisión específica de creencias parentales

Algunos estudios sugieren que las creencias sobre la enfermedad y el miedo a los problemas de salud pueden transmitirse de padres a hijos de manera específica.

Se ha observado que las ideas exageradas sobre riesgos para la salud de los padres varones se relacionan más fuertemente con el desarrollo de estas mismas preocupaciones en los hijos, lo que indica que los temores por la salud pueden heredarse dentro de la dinámica familiar.

Principales síntomas

Algunos de los principales síntomas característicos de la hipocondría son:

  • Preocupación excesiva por su salud;
  • Necesidad de consultar con frecuencia al médico;
  • Deseo de realizar muchos exámenes médicos innecesarios;
  • Dificultad para aceptar la opinión de los médicos, especialmente si el diagnóstico indica que no existe ningún problema o enfermedad;
  • Amplio conocimiento de los nombres de ciertos medicamentos y sus aplicaciones;
  • Obsesión por síntomas simples y aparentemente inofensivos.

Para un hipocondríaco, un estornudo no es solo un estornudo, sino un síntoma de alergia, gripe, resfriado o incluso de ébola.

Algunas personas con hipocondría pueden evitar situaciones que perciben como riesgosas para su salud, como usar un baño público o tocar barras en el transporte, debido al temor de enfermar. 

Cómo se realiza el diagnóstico

El diagnóstico de la hipocondría es principalmente clínico y corresponde al área de la psicología y la psiquiatría. Si bien se realizan evaluaciones médicas iniciales para descartar enfermedades físicas, el eje del diagnóstico está en la valoración de la salud mental.

El profesional analiza la preocupación persistente y excesiva por padecer una enfermedad grave y la ansiedad asociada.

También evalúa los comportamientos relacionados con la salud, como la búsqueda constante de confirmación médica o la evitación de consultas, los cuales deben mantenerse durante varios meses para considerarse indicativos del trastorno.

Una parte fundamental del diagnóstico es el diagnóstico diferencial, que permite distinguir la hipocondría de otros trastornos con síntomas similares, como el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico y los trastornos psicóticos.

La evaluación puede complementarse con entrevistas clínicas y cuestionarios específicos, como el Índice Whiteley y el cuestionario de conducta de enfermedad, que ayudan a confirmar el diagnóstico y a diferenciarlo de otros trastornos de ansiedad u obsesivos.

Cómo se realiza el tratamiento

El tratamiento de la hipocondría se basa en tres pilares principales, el primero es la psicoterapia, con énfasis en la terapia cognitivo-conductual, aunque también se emplean mindfulness, terapia de aceptación y compromiso y terapia grupal.

El segundo pilar es el uso de medicamentos, especialmente si existe depresión o ansiedad intensa. Se utilizan inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, como fluoxetina, paroxetina o sertralina, o inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina, como venlafaxina, generalmente durante 6 a 12 meses.

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El tercer pilar es el manejo clínico, que implica establecer una relación de confianza con el médico de cabecera, programar citas regulares, evitar pruebas innecesarias y asegurar la coordinación explícita entre el médico de atención primaria y el especialista en salud mental para un manejo colaborativo.