La metacognición puede entenderse como la habilidad de observar y comprender la propia forma de pensar, identificando cómo se aprende, acompañando lo que pasa en la mente y ajustando estrategias cuando es necesario.
Esa capacidad ayuda a que las personas sean más conscientes y autónomas, permitiendo aplicar el aprendizaje en diferentes áreas de la vida, como estudios, trabajo, decisiones personales y manejo del tiempo.
Aplicar la metacognición implica planear acciones, evaluar el propio progreso y ajustar comportamientos, aprendiendo de errores y aciertos para actuar de forma más efectiva.
Concepto de metacognición
La metacognición incluye dos conceptos principales que ayudan a entender y regular el propio pensamiento, que son:
- Conocimiento metacognitivo, que es la capacidad de reconocer lo que se sabe, lo que aún falta aprender y cuánto se está comprendiendo una tarea;
- Control metacognitivo, que es la parte que permite actuar sobre el propio pensamiento, regulando elecciones, ajustando estrategias y tomando decisiones con base en lo que se percibió durante el proceso de conocimiento.
La metacognición funciona como un puente entre lo que la persona es capaz de hacer y cómo usa esas habilidades en el día a día, ayudando a transformar capacidad en resultado.
Ejemplos de metacognición
La metacognición se manifiesta en el día a día siempre que la persona observa y ajusta su propio pensamiento, como al tomar decisiones en el trabajo, evaluando diferentes opciones antes de actuar y eligiendo la estrategia más adecuada.
También aparece al planear el día o una tarea, ajustando prioridades conforme surgen imprevistos, o al resolver problemas personales reflexionando sobre lo que funcionó en situaciones parecidas.
Además, se manifiesta al gestionar emociones, identificando cuándo se está irritado o ansioso y buscando maneras de tranquilizarse.
La metacognición también surge al elegir estrategias de estudio más eficaces al notar que solo leer no funciona, o al percibir que se está perdiendo el enfoque, cambiando de ambiente o tomando una pausa.
En todas estas situaciones, la persona observa su propio pensamiento, evalúa sus acciones y hace ajustes conscientes para mejorar los resultados.
Qué no forma parte del concepto de metacognición
La metacognición no está formada por la cognición propiamente dicha, como recordar, resolver problemas y razonar. Estos son procesos que la metacognición observa y ajusta.
Tampoco es inteligencia o comportamiento inteligente, ya que no se trata solo de pensar bien, sino de reflexionar y tomar decisiones más estratégicas.
Asimismo, factores como motivación, emociones y presión social influyen en el pensamiento, pero no son metacognición.
Estos conceptos no forman parte de la metacognición porque implican habilidades, emociones o influencias externas, y no el acto de observar, evaluar y regular el propio pensamiento de forma consciente.
Cómo aplicarla
Algunas maneras de aplicar la metacognición en el día a día son:
- Planear qué hacer, en qué orden y cuánto tiempo dedicar a las tareas;
- Reflexionar si las elecciones y estrategias están funcionando o necesitan ajustes;
- Verificar si se aprendió algo antes de continuar;
- Percibir cuándo se está distraído y tomar medidas para concentrarse mejor;
- Reevaluar ideas y opiniones frente a nueva información;
- Expresar pensamientos en voz alta para organizar mejor las ideas.
Aplicar la metacognición ayuda a evitar actuar o tomar decisiones en automático, haciendo que el pensamiento sea más consciente e intencional.